jueves, 12 de agosto de 2010

Un día en el río Congo

El domingo pasado nos juntamos un grupo de 12 expatriados para realizar una pequeña excursión por el río Congo y hacer una barbacoa en una de sus islas. El río Congo se trata del segundo río más largo de África (después del Nilo) y el segundo río más caudaloso del mundo. Como en su mayor parte fluye cerca al ecuador tiene afluentes de ambos hemisferios, lo que le garantiza el caudal.

Salimos de casa alrededor de las 10:00 mañana para dirigirnos hacia el Yatch Club de Kinshasa (así se llama, no me lo he inventado yo). Nos habíamos repartido las tareas y a mi compi de piso y a mi nos tocó realizar una ensalada de pasta. Hicimos ensalada para un regimiento, con lo que al final sobró (mejor; así tuvimos el qué comer el día siguiente, jeje). El resto se encargaron de comprar la carne para la barbacoa, la bebida, hacer un postre, etc.

En el grupo habíamos gente de varias nacionalidades: españoles, colombianos, francesas y belgas, entre otros. Cuando vimos la lancha en la que íbamos a ir, nos entraron serias dudas sobre si entraríamos todos, porque en teoría, eramos diez personas y acabamos siendo doce. Además, como dijo alguien de la excursión: "si un congoleño te dice que entran 10 personas, quiere decir que realmente hay sitio para 5". Y así fue, porque íbamos más apretados que las tuercas de un submarino.

El "muelle" (por llamarlo de alguna forma) ofrecía un aspecto un tanto desolador. Nada más que salir del muelle, el río estaba flanqueado por ambas orillas por un montón de chabolas o infraviviendas y según íbamos pasando, los congoleños nos iban gritando: unos para saludar, otros para pedirnos dinero y otros para insultarnos.

Por fin salimos del muelle, llegando propiamente el río y nos quedamos sorprendidos por su tamaño. Había zonas en las que parecía que estábamos en medio del mar porque no se veía tierra ni ninguna construcción en ninguna dirección. De vez en cuando nos cruzamos con algún congoleño navegando en la típica embarcación.

Alrededor de 20 minutos después llegamos a la isla dónde hicimos la barbacoa. Daba la sensación de estar en medio de la nada; sólo estábamos nosotros, la barca y las mesas de plástico. Fue una sensación muy extraña: en cuestión de minutos habíamos pasado de estar en medio del bullicio  y la locura de Kinshasa, a la más absoluta de las calmas.


Con el chiringuito en medio de ninguna parte

El resto del día transcurrió plácidamente, jugando a las cartas, jugando al fútbol y haciendo la barbacoa. También nos bañamos en el río Congo, aunque no lo recomiendan dado que el agua no está en muy buen estado. Se corre el riesgo de coger filaria. Una cosa que nos sorprendió a todos fue lo fuerza de la corriente del río. En cuanto te separabas un poco de la orilla, te arrastraba.

Finalmente sobre las cinco empezó a anochecer con lo que partimos de vuelta a la realidad, es decir, el bullicio y al caos de Kinshasa.

Aquí dejo el enlace al álbum:
Flickr: Un día en el río Congo

3 comentarios:

  1. Las fotos son impresionantes, me he quedado impactado con las chabolas en los márgenes del río.
    No acabo de entender cómo llevásteis las sillas, mesas y barbacoa a la isla. ¿En la otra barca quizás?

    ResponderEliminar
  2. Paco te vas a hacer un experto en ensalada de pasta, cuando estés por aquí nos tendrás que dar muestra de ello, jeje.

    Muy curiosas las fotos al igual que todas las anécdotas que cuentas. Tiene que ser toda una aventura el día a día.

    ResponderEliminar
  3. Pablo, las sillas y la mesan iban atadas en la parte delantera de la lancha. Yo pensé que no llegaban, jeje.

    Ricardo, es cierto que esto es una aventura todos los días. Cuando te levantas no sabes lo que te va a esperar.

    ResponderEliminar